Aunque parezca que hemos corrido menos que el caballo del malo, Kate Moss se ha hecho esperar; hace exactamente dos jueves partía hacia Londres para encontrarme con ella y celebrar sus 10 años como imagen de Rimmel más el lanzamiento de su nueva colección de barras de labios. Entre otras muchas cosas que tenemos en común Ari y yo está nuestra incapacidad nata para maquillarnos: nuestros neceseres viven en la era pop. Supongo que por eso nos tira tanto el momento canalla y desenfadado de esta marca.
El mundo de la cosmética es inescrutable para nuestras mentes de base, por eso vivimos con la ilusión de la primera sombra o el primer colorete todo proceso que tenga que ver con pigmentos y fórmulas químicas. Si le sumamos el factor Kate Moss, Georgia May Jagger o Solange Knowles, qué decir…London Calling!
La jornada empezaba de fábula: ruta por las tiendas preferidas del trío de chicas Rimmel; empezamos en Alfies Antique Market, unas galerías en las que hasta el más incrédulo ante lo vintage se caería de culo. Yo por ejemplo, que no soy mucho de antiguallas. Aquí compra sus joyitas más especiales la señora de Hince.
Ríete tú de las cerezas que se han puesto de moda este verano: maravilloso este rincón llamado “The Girl Can’t Help It” regentado por una americana que parecía salida del Hollywood de los sesenta
Schiaparelli rules
Siguiente parada, el templo de la segunda mano de marca: Rellik. Un enclave clásico del que me quedaría con todo; desde la bisuta de Chanel a los vestidos de Alaïa, Moschino, o YSL. Y además nada cara.
¿Un Ossie Clark original por 290 libras? ¡Me lo llevo!
De pasada, que se nos hace tarde y antes de que el mundo se acabe: foto obligada en la cueva punk de la que salió Vivienne Westwood
Vale, miento: lo mío era café de calcetín
Son las 5, y toca hablar en té. Ni más ni menos que en el Hotel Claridge’s. Uno de ese lugares de refinamiento británico a cuyos tocadores me mudaría sin pensarlo. Allí iba a tener lugar la rueda de prensa global de Rimmel: hasta aquí prescinde de formalismos inútiles la firma joven de cosméticos perteneciente al grupo Coty. Por muy encorsetado que sea el entorno, ellos llenan el mismo Ballroom donde una semana después se celebraba el desfile de Mulberry, de banderas británicas con The Clash sonando de fondo.
Llega el momento y Kate Moss se sube a la tarima con el director general
Personalmente, nunca había reparado en su tono de voz y sus maneras de tímida. “Es muy cortada”, me comentaba la Relaciones Públicas, “sí, hombre, que no me vendes la moto”. Pero sí. No sé si se lo hace, dicho vulgarmente, o realmente le cuesta el momento interaccionar en público pero mi primera reacción es que ese cuerpo no es el suyo: a la Moss me la han cambiado o es demasiado pronto para su majestad.
Kate en la campaña de 2002, una de mis imágenes preferidas en su historia como chica Rimmel London
Aunque hace apenas seis meses Kate Moss se aliaba con Dior para lanzar Addict, nada más icónico que idear tu propia línea de pintalabios con una firma a la que te une una larga trayectoria sentimental y de orgullo patrio: así nace el Lasting Finish by Kate (aquí el spot que os presentábamos en primicia). Siete tonos que van desde el rojo más profundo al nude, en un packaging muy cañero con la firma de la Moss.
Lo mejor de su look: el rouge Kate
Sombra aquí, y sombra allá
Aprendemos a aplicarla con la maquilladora oficial de Rimmel que creó tres looks especiales para la ocasión
Y ahora mis uñas, piltrafillas, que sé que estáis deseando saber qué y cómo
Así, sin exagerar, todavía me duran intactas
Uno de los vicios adquiridos con los que me he vuelto a casa y eso que toda la vida he odiado el gloss: el Vinyl Max
Ese, además de una tienda baratera en el que me compré unos zapatos que jamás en la vida me pondré. Los estrené para la fiesta en el Battersea Power Station y creo que vivirán encerrados el resto de sus días.
Solange Knowles ejerció de DJ durante la velada y lejos de meter hits de su hermana no paró de poner a Rihanna…
Suki Waterhouse, Georgia May Jagger y Cara Delevingne
Anda, llámala tonta a su hermana…lo de los camareros, así entre nosotras, era un espectáculo
La protagonista de la noche llegó en helicóptero
Anecdotario final: además del maravilloso espejismo, como alta frustrada que soy, al comprobar que mi calzado mágico hacía que le sacara una cabeza a Kate, no tiene precio aquello de ir al baño y que del habitáculo prefabricado contiguo salga ella, te mire, y sonría como la vecina de al lado que una vez fue.
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