lunes, 3 de enero de 2011
R.I.P Isabelle Caro
¿Os acordais de esta fotografía y de la polémica que causó durante la semana de la moda en Milán?. Pues Isabelle Caro, la modeloprotagonista de la publicidad ha muerto el pasado 17 de noviembre.
Isabelle Caro tenía 28 años, pesaba 38 kilos y medía 1,65 m. En sus peores momentos llegó a pesar 25 kilos. Se hizo tristemente famosa por protagonizar una campaña de una firma de ropa contra la anorexia hace unos tres años. El fotógrafo italiano Olivero Toscani, habitual de polémicas campañas de marcas como Benetton, la retrató en toda su miseria, toda hueso, pellejo y ojos, para concienciar al mundo de los peligros de la anorexia. Las brutales imágenes de la supuesta modelo, con sus ojos de alienígena melancólica mirando fijamente a los transeúntes y su exiguo trasero —una mera hendidura a continuación de una afilada columna seguida de una inquietante rozadura- desafiando a la cordura, llenaron las calles de Italia, en cartelones inmensos que competían con los de belleza y glamour que suelen ocupar esos espacios.
Isabelle no ha llegado a conocer el 2011. Murió el pasado mes de noviembre víctima de una neumonía contra la que su cuerpo de anciana prematura no pudo luchar, aunque la noticia no trascendió hasta la pasada semana. En las fotos e imágenes que de ella hay en Internet encontramos un monstruo escuálido, una sórdida parodia de una ninfa encantada, maldita, víctima de su propio hechizo. Sus poses tratan de ser seductoras y sexys. De modelo. De niña mala que se queda en niña tonta, engañada y machacada. Sus ojos tristes revelan el infierno de una persona que se alimentaba a base de té, un poco de coca cola light —ambos suministrados a base de cucharaditas-, dos pastelitos diarios y un poco de chocolate. En una entrevista aseguraba que cada día esperaba ansiosa a las cinco de la mañana, único momento en el que permitía a su maltratado cuerpo ingerir algo.
Isabelle fue víctima de sí misma. De una mente trastornada que se dedicó a envenenar su propia percepción para acabar con el cuerpo al que debía proteger. Isabelle decía en su blog que amaba la belleza y que era consciente del horror que representaba su cuerpo cadavérico, su sonrisa amarillenta y saltona y sus ademanes de zombie. Sin embargo, no fue capaz de sobreponerse a su maldición porque ésta ya estaba demasiado dentro de sí misma. Formaba parte de ella. Isabelle era ya Anorexia, personificada y mortificada, poseída por ese demonio que se cebó en ella hasta dejarla, literalmente, consumida.
El demonio de Isabelle aprovechó una infancia difícil y una personalidad presumiblemente insegura y manipulable para dar rienda a toda su capacidad de destrucción. Pero que se muestre con menos fuerza no quiere decir que ese diablo no se esconda detrás de cada frase maliciosa sobre los michelines —imaginarios- de tal o cual famosa, o de los atracones desesperados de quienes se frustran porque nunca lograrán lucir los cuerpos irreales que ven en la televisión, o de las modelos huesudas que se pasean por las pasarelas de todo el mundo. En resumen, el demonio que acabó con Isabelle es el reverso de ese modelo de belleza uniformado que hemos erigido como único posible. Es la cara oculta de los bustos recauchutados que se empeñan en ocultar la realidad de los pechos de mil clases y formas que se mueven por el mundo. O de esos culos de bebé que sólo existen por obra y gracia del photoshop. Obviamente, los casos extremos, como el de Isabelle, son una excepción. Pero no lo son las visitas desesperadas a los baños de los restaurantes, los vómitos físicos y espirituales, los complejos que paralizan, la frustración ante lo que se supone que deberíamos ser y nunca seremos, las frases burlonas y el miedo a ser rechazado.
Isabelle decía que quería que su cuerpo de campo de concentración concienciara a la gente de las terribles consecuencias de la búsqueda obsesiva de la belleza y la delgadez extrema. Sin embargo, sólo consiguió ser una imagen impactante, una freak más del circo del siglo XXI. Una foto a la que observar con morbosa curiosidad, mientras nos lamentamos por los kilos que hemos cogido estas navidades y planeamos las próxima dieta milagro con la que nos frustraremos un año más.
Fuente: elimparcial.es
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